Ella deja un mensaje para decir que quiere verme.
Uno de esos mensajes breves, eso sí. Nada muy comprometedor ni empalagoso. Un
mensaje sencillo. Directo. Yo estoy leyendo a Richard Ford cuando descubro el
mensaje. Leyendo a Richard Ford y comprando pasajes, para arrancarme de
Santiago. Mientras leo, tomo apuntes del libro de Richard Ford. Frases cortas.
Directas, como el mensaje. Algo torpes, incluso, como este texto. Llevo conmigo
una botella con agua. Una botella con agua, unas hojas para apuntes y el libro
de Richard Ford. De vez en cuando tomo un sorbo. Los diálogos en el libro me
recuerdan algunas situaciones. En uno de los diálogos, un personaje cuenta que
en las telenovelas que ve en televisión, los personajes se detienen en medio de
la escena y saludan mirando a las cámaras, para las fechas de año nuevo, y
luego siguen actuando. Copio la frase en que lo comenta en un papel, aunque nunca
vuelvo a mirar esos papeles. Entonces compro pasaje. Para la tarde del lunes,
compré, para dar tiempo de preparar algo. Voy con mi hijo, como en los últimos
años, aunque este verano quiero intentar otro viaje solo. Cundo vuelvo a casa
veo que ella ha enviado otro mensaje. Dice que tal vez fue un error el mensaje
anterior. Tal vez, dice. No sé dónde tengo la mochila que debo preparar. Boto
el papel con las frases de Ford. Termino el libro hace cuarenta minutos y ahora
escribo este texto. Me preparo un té hindú, con pimienta.
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