Sin introducción, me dijo. Solo diles que destejo.
Que ya no espero. Diles que busqué sus sweaters. Que no los rompí. Que destejo
con cuidado. Dales a entender que solo eso soy yo. La que desteje. No te
detengas en cosas superfluas. Nada de sensaciones afectadas ni añoranzas eternas.
No te busques problemas. Físicamente, por ejemplo, descríbeme como quieras. Ahorra
fuerzas. Piensa que no vale la pena detenerse en aquello. Piensa que digas lo
que digas no es cierto. Siempre es así. Después de todo, lo único levemente
cercano a la verdad es generar dudas. En ese sentido, has que se pregunten qué
destejo. Qué destejo realmente. Dales indicios para que vean más allá del
sweater. Más allá de las bufandas. No debe ser algo tan difícil. Es cuestión de
ordenar palabras, nada más. Luego confundir es fácil. Deja que confundan los ecos
con las voces. Que se den cuenta solos que también destejí significados. Que
desarmé su ropa, nombre y hasta sus recuerdos. Que destejí los hechos. Que desamarré los
barcos. Diles que siempre estuvo en puerto, pero yo destejí el día de llegada.
Diles que lo retrasé porque quería desenredar todo aquello que no era yo.
Recalca que no soy Penélope. Destaca que un primer paso para saber quién eres
es destejer tu propio nombre. Si quieres hasta ponlo como título, para que se
entienda. Por último, desteje tu voz. Y deja simplemente, que las palabras
floten dispersas, sobre el agua.
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