Un grupo de estudiantes hace un experimento.
Desconozco el objetivo y las hipótesis, pero el experimento requiere dejar
monedas en el suelo y ver quiénes las recogen. Me refiero a un análisis por
grupos de edad, género y nivel social, entre otros. Los observo. Me parece un
experimento llamativo. Tras prestar atención descubro que se
trata simplemente de un proyecto para un trabajo estadístico. Y claro, para el trabajo, también son
variables las monedas. De mayor y menor valor, más o menos brillantes, de mayor
o menor tamaño… todos son rasgos que de una u otra forma quedan registrados en
sus informes. Entonces me acerco a ellos. Me enseñan gráficos. Junto a ellos
tienen varias filas con monedas. Algunas brillan. Hablamos un rato. Los oigo decir que han
anotado todo. Los oigo no diferenciar entre precio y valor. No intervengo ni corrijo a nadie. En
tanto, observo a una niña pasar y recoger una de las monedas. Luego a un hombre
mayor hacer lo mismo. Los estudiantes toman datos. Parecen desarrollar
seriamente su trabajo. Concentrados, me refiero. Mientras observo, me pregunto qué
sucedería si en vez de monedas dejasen flores, o fotos viejas, o pequeños
papeles escritos. Cosas así me pregunto. Horas después, mientras camino a casa,
descubro una oruga en medio del camino. Me detengo a observarla, mientras
avanza. El aire está un tanto húmedo. Suena gay, pero lloro un poquito.
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