Para mí fue un trauma. Tuve y tengo muchos, es cierto,
pero ese parecía sencillo y no lo fue. No se trataba, por supuesto, de amarrar
las zapatillas, sino lo cordones de estas. Pero así decimos. El típico nudo que
debía hacerse para que quedaran firmes y no se salieran de improviso. Fueron
años de intentos. Nunca pude. Tras continuas enseñanzas lo único que lograba
era hacer el nudo, pero uno de mis dedos siempre quedaba dentro. Ahora me parece
estúpido, pero en ese entonces lo consideraba grave. Toda práctica seria
terminaba con mi dedo siendo parte del nudo. Para que aprendiera propusieron
que nadie las abrochara. Nadie hasta que yo aprendiera. Mi madre era severa y
le hicieron caso. Por suerte era también corta de vista y aprendí a hacer un
invento que simulaba la rosa del nudo, pero que se desabrochaba casi de
inmediato. Con ese me presentaba ante ella. Luego el nudo se desvanecía. A
solas seguía intentando, sin embargo. Mi dedo volvía a quedar aprisionado. No podía hacer un nudo sin ser parte de él.
Me lo repetí mil veces de pequeño y sonaba como un defecto grave. Un defecto
que tenía que ver también con otras cosas. No recuerdo qué pasó, con el tiempo.
Solo sé que nunca aprendí a hacerlo. Años de intento y nunca pude. O sea hoy
puedo, pero hoy no es nunca. Y así decimos. Para mí fue un trauma.
No hay comentarios:
Publicar un comentario