Todavía no lo cumple, pero ella asegura que se quedará en silencio en poco tiempo más. Por eso habla incansablemente ahora y a veces hasta cansa un poco. No es que se vaya a morir ni nada de eso. Tampoco es que sufra alguna enfermedad que pueda quitarle la voz o algo similar. Simplemente es cuestión de voluntad, según dijo. Varios no le creyeron cuando lo contó, pero yo sí. De hecho, algunos se rieron y cambiaron el tema, pero yo observé sus ojos y supe que era cierto. Sé incluso cuál va a ser mi última palabra, me dijo, mirándome directamente. Luego seguiré viviendo en silencio y nada más, explicó. Yo asentí. Algo molesto y confuso, asentí. Y es que sentí sus palabras casi como un desafío. No sé muy bien por qué, pero así lo sentí. Tal vez por eso no hice preguntas, aunque debo confesar que, desde entonces, he comenzado a poner más atención a sus palabras. La mayoría siguen siendo vacías, como las de todos. Por otro lado, he notado que ya no hace preguntas ni conjeturas… Me refiero a que todo lo que dice son afirmaciones. Ni siquiera hechos, sino opiniones afirmativas. La última de ellas, por cierto, me dejó algo nervioso. Tú también vas a hacer esto -me dijo, sin explicar-, poco antes y después que lo haga yo. Volví a asentir. Luego, seguimos conversando entre todos, sin más. No recuerdo siquiera de qué temas. Solo sé que nadie más la tomó en serio, ese día. Absolutamente nadie, estoy seguro. Salvo yo.
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