viernes, 25 de julio de 2025

En un barrio en que vivía.


I.

Ocurrió hace más o menos quince años, en un barrio en que vivía. En él, había un perro callejero que dormía en una plaza, en la que los niños iban a jugar. Era una plaza pequeña, con apenas un par de bancos y tres o cuatro juegos, de metal.

No sé cómo llego ahí, pero el caso es que en la plaza vivía este perro. Recuerdo que incluso alguien le llevó una casa de madera, que quedó en un rincón del lugar. También tenía un plato para agua y otro para comida, que de vez en cuando alguien llenaba.

Indiana Jones, llamaron a aquel perro.


II.

Lo llamaros así, según entiendo, porque el perro encontraba siempre algunos objetos. No de importancia arqueológica, claramente, pero sí extraños y sobre todo antiguos, sin que nadie supiera dónde los encontró.

Así, como a los que iban a la plaza les hacía gracia, el perro se acostumbró a acercar esos objetos a los visitantes, quienes lo felicitaban por el hallazgo, dándole por lo general algún pequeño premio.

Cosas para comer, principalmente, o alguna caricia en el lomo, al menos.

Fui testigo de aquello, por supuesto, en varias ocasiones.

Aunque nunca, ahora que lo pienso, me detuve a observar.


III.

Un teléfono viejo, una cruz de madera y hasta un ojo de vidrio.

Cosas así era las que encontraba Indiana Jones.

Algunas de esas cosas quedaban en su casa, pero otras se las llevaban los visitantes, o las botaban simplemente.

Un rosario, un ángel de porcelana y una antigua radio a pilas.

Eso era más o menos lo común.

Lo de los huesos, la placa de dientes y lo que pareció una peluca, fue más bien un exceso.

Abusó de su suerte, digamos, como a veces nos pasa a todos.

Como consecuencia, fue sacrificado y su historia se reinterpretó.

Y hasta el nombre, según creo, le cambiaron.

No hay comentarios:

Publicar un comentario