“Por consiguiente, para que pueda haber una distinción
entre los que eligen el bien y los que eligen el mal,
Dios ha ocultado lo que es provechoso para el hombre”
P. (W. G.)
Leo un libro sobre experimentos con hormigas en zonas desérticas, en Marruecos.
No me interesan demasiado los experimentos, por cierto, ni tampoco las hormigas, pero sí la gran cantidad de notas al pie en las que el autor se detiene a comentar algunos problemas vividos por su grupo de trabajo, mientras trabajaba en el lugar.
Una grave intoxicación alimentaria que tuvieron en Merzouga, por ejemplo, o las mordeduras de camello que sufrió en dos ocasiones uno de los científicos adjuntos, que terminó con importantes laceraciones y una fractura de la que no se logró recuperar.
También se detiene el autor a detallar, en esas notas, algunos problemas económicos asociados a la falta de subsidios estatales, y hasta la compleja relación que mantenía con su esposa, quien también formó parte de su grupo de trabajo.
Sobre este último punto, el autor comenta brevemente –aunque en reiteradas ocasiones-, sobre cierto malestar de la mujer, que se traduce poco a poco en el alejamiento de ambos y en la decisión de separarse definitivamente al finalizar el estudio. Todo en buenos términos, por supuesto, según lo que señala el autor.
Respecto a las hormigas, por otro lado, y a los experimentos realizados, todo ocurrió según lo presupuestado. No me detendré en ello, pero diré al menos que se comprobaron las hipótesis formuladas, y que el estudio fue premiado en una universidad holandesa que además financió la publicación el libro.
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