Me detengo en el hoy, por fin.
De una hoja en otra fue viajando esta frase hasta que aquí quedó.
Es cierto.
Me detengo en el hoy, por fin.
Eso me alegra, hasta cierto punto.
Además, si observas, ni siquiera es tarde.
Y es extraño, pero cuando llegas, sueles preguntarte cómo es que costó tanto.
Y por lo general, no sabes muy bien qué responder.
En cambio, te afirmas en otras frases que quedaron por ahí, como peldaños que no llevaron a ningún sitio.
No está hecha tu voz parta ser oída por ti mismo, dice una de esas frases.
Y claro, tampoco la palabra, te dices, debiese existir así.
Así y todo, me detengo en el hoy porque ir más allá, por el momento, me parece insensato.
Una vez, recuerdo, el hoy coincidió con un sueño, en la mismísima torre de Babel.
Justo en el momento del castigo, me refiero.
Fui testigo entonces que no hubo realmente confusión de lenguas.
Lo que ocurrió, realmente, es que dejamos de saber qué decirnos.
Tanto a los demás, en principio, como luego a nosotros mismos.
Y es por eso, en parte, pienso ahora, que comenzamos a andar detrás del hoy.
Y detrás del nosotros que existe en el hoy.
No ahora, claro, pues hoy me detuve ahí, eventualmente.
Es cierto.
Y me detengo un poco, entonces, antes de seguir.
No hay comentarios:
Publicar un comentario