Cuando se enojan con él, P. se siente importante. A
primera vista parece afligirse, pero quienes lo conocemos sabemos que algo
cercano a su orgullo está pleno de satisfacción. Y es que luego del reto, o
hasta el castigo, si seguimos atentos a P., podemos incuso observar cómo esboza
una sonrisa a espaldas de quien se ha molestado. De hecho, si P. pudiese ser lo
suficientemente honesto y comprendiera en su totalidad lo que le ocurre en
tales situaciones, podría dar cuenta de aquello con una pequeña impresión
física. Y es que cada vez que se enojan con P., y él se siente importante y se
hincha de orgullo, P. parece crecer unos cuantos milímetros. De esta forma, si
los enojos son constantes, P. puede fácilmente pasar en estatura a su interlocutor,
con lo cual, físicamente al menos, parece triunfar por sobre aquel que se ha
molestado y ha intentado corregirlo. Un hecho concreto que sirve para
ejemplificar esta impresión es lo que le ha sucedido con su padre, quien incluso
dejó de golpearlo cuando se dio cuenta que solo conseguía empequeñecerse frente
a su hijo, que además parecía disfrutar de todo aquello. Él mismo, de hecho, me
refirió algunas de estas historias, aunque supongo que no se daba cuenta del
orgullo con que las narraba. Y claro, como yo me muestro comprensivo con P., y
hasta un poco indiferente si soy sincero, puedo volver a nivelar su estatura cuando ha crecido más de
lo necesario y ha comenzado a llamar la atención de los otros. De esta forma,
digamos, en resumen, P. sobrevive día a día. Desconozco, por cierto, cualquier otro
hecho trascendente, que nos permita ahondar en su naturaleza más profunda.
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