Vas caminando por la calle y te ofrecen matar a
alguien. Da lo mismo quién. Digamos que una mujer, si quieres. Una desconocida.
Dices que sí o que no y luego la matas o no la matas. Esas son las opciones,
entonces. Pueden mezclarse, pero son opciones acotadas, de todas formas. De
ellas, sin embargo, depende mi historia. No elegirás por eso, en todo caso. Eso
lo sé. Pero digamos al menos que estoy atento. Registro tu reacción. Registro
tu elección. Registro tus pasos. No tengo acceso, en todo caso, a tus
sentimientos. No lo digo como reclamo, sino como evidencia. Y es que a veces ni
nosotros mismos tenemos acceso a nuestros sentimientos. Tú mismo por ejemplo. O
tú misma. Si piensas en mí no tienes más acceso que a mis palabras. Es decir,
yo tengo tu decisión y tú tienes mis palabras. Digo la verdad o miento. La
matas o no la matas. No se trata de juzgar el acto. Hagamos lo que hagamos
quedamos impunes ante el otro. O dicho de otra forma, no estamos en la
jurisdicción del otro. Tú simplemente caminas (aunque tal vez miento) y alguien
(tal vez yo) te ofrece matar a alguien. Es posible que dé lo mismo quién. Eso
solo lo sabe ese ámbito de nosotros que es inaccesible para el otro. Y claro… decir
más sería un error. Que quede así entonces.
No hay comentarios:
Publicar un comentario