A veces es mejor así. Sin despedirse, me refiero.
Como el final abrupto de un cuento, o como las huidas de los gatos. Y es que
las fórmulas esas, repetidas… es simplemente hacer evidente la distancia. Mejor
el barranco de improviso. La palabra no dicha. La desaparición del mago.
Supongo que me explico. Wingarden por ejemplo, que hablaba de un buzo que bajó al
mar como cualquier día, pero no volvió a subir al barco. O como el que se internó
en el desierto. O hasta como aquellos que se van sin pagar la cuenta (aunque
ahí las razones son otras, claro). Y es que algo hay de hermoso en esos
finales. No solo romántico, sino hermoso. El no final incluso si se quiere. La
postergación de ese final. No encontrar el cuerpo del principito. Tampoco
encontrar el de Saint-Exupèry. La posibilidad de cascabeles. Hacer que se
pregunten si ese es el final. Dejar que aquello dependa de los otros. Guardar
un nombre para decirlo, tal vez, en un nuevo momento. A veces es mejor así, sin
duda. Sin despedirse y con la frase pendiente: ¿Se habrá ido…? ¿Has sabido algo…?
¿Estará bien…? Y mirar entonces la noche no para buscar respuestas sino para
recordar que es mejor de esa forma. Sin irse, realmente. Sin un final. Que
falte siempre la última palabra. Eso es
Muy profundo y poético. Coincido en que es mejor así.
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