lunes, 3 de febrero de 2025
En el sur leyendo a Knausgard.
domingo, 2 de febrero de 2025
Monos sin esqueleto.
sábado, 1 de febrero de 2025
En el cajón de los calcetines, una vez encontré un pie.
viernes, 31 de enero de 2025
Miro el ventilador durante la tarde.
jueves, 30 de enero de 2025
Pronunciar mal.
miércoles, 29 de enero de 2025
No hace ruido el fuego.
martes, 28 de enero de 2025
Uno y otro (y uno)
lunes, 27 de enero de 2025
Destejer.
domingo, 26 de enero de 2025
Se desmorona.
sábado, 25 de enero de 2025
Accidente.
viernes, 24 de enero de 2025
Saltan al ojo, las letras.
jueves, 23 de enero de 2025
En una caja.
miércoles, 22 de enero de 2025
Lo primero que me sorprendió de ella.
martes, 21 de enero de 2025
Un hormiguero.
lunes, 20 de enero de 2025
Bajo el agua.
domingo, 19 de enero de 2025
Una casa escondida en otra casa.
sábado, 18 de enero de 2025
El impostor (nunca es tarde)
viernes, 17 de enero de 2025
Humedal.
jueves, 16 de enero de 2025
Se quedó solo el matón del barrio.
miércoles, 15 de enero de 2025
Han visto al Papa saliendo por las noches.
martes, 14 de enero de 2025
La llegada y la partida de X.
lunes, 13 de enero de 2025
Salpicar lo menos posible.
domingo, 12 de enero de 2025
Rompiste una vez un libro de la Jelinek.
Rompiste una vez un libro de la Jelinek. Luego lo armaste nuevamente y lo leíste. Años después descubres que lo armaste mal. Entonces vuelves a buscar el libro y comienzas a abrirlo al azar. Mientras lo haces recuerdas que al romper el libro este se desarmó completamente. No rasgaste las hojas sino el lomo y luego el libro se desarmó. Tú lo recogiste en ese entonces, aunque no con la intención de armarlo sino de botarlo en otro sitio. No valía la pena dejarlo ahí al interior del auto, en medio de una discusión. Los pormenores de la discusión, por cierto, no vienen al caso. Digamos únicamente que lo rompiste para demostrar que algo -no importa qué-, te superaba. Y te producía dolor, que el otro no percibía. Obviamente -corrígeme si me equivoco-, romper el libro no facilitó en lo absoluto la comprensión. Fue algo así como un grito, al fin y al cabo. Un grito absurdo. O como rasguñar tu propia piel. Ahora, en tanto, descubres algunos sectores que quedaron mal compaginados, en el libro. En la primera sección errada Erika hablaba sobre sistemas de notación. Es difícil sin embargo notar el error, pues en la página que sigue (y que en realidad no seguía) casualmente se vuelve a hablar sobre lo mismo. Las otras uniones erradas, en cambio, son más evidentes. Al menos desde lo sintáctico. Desde el contenido digamos que no tanto pues coinciden, en general, situaciones de enfrentamiento entre la profesora y el discípulo. Ambos desde lados opuestos de un muro que no atraviesan realmente. “La profesora y el alumno se cocinan en su propio amor y en las ansias de más amor”, se lee en el libro. Y es algo que ocurre (de una forma u otra) en muchas de sus páginas. Ya estás terminando de reordenarlas, por cierto, aunque no crees que vayas a leer nuevamente todo aquello. De todas formas, te dices, el orden es siempre necesario. No es algo que hubieses dicho antes (por ejemplo en la época en que rompiste el libro), pero es algo que te dices ahora, sin avergonzarte. Como un ciclón...